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Morir de pie
Ayer estuve con mis compañeros de profesión reclamando en la calle medidas para paliar los efectos de la pandemia en el sector cultural, en representación de Dinámica Teatral y Sala Negra.
Ha sido una maravilla el trabajo de organización del evento, un trabajo desinteresado de varias personas de diferentes organizaciones, entre ellas Silvia, mi socia en esta maravillosa empresa. Antes que nada, me gustaría agradecer a todos los organizadores su trabajo y animar a todo el sector a continuar por este camino, de vital importancia en este momento tan delicado para todos los que nos dedicamos a la cultura. Este esfuerzo que habéis hecho demuestra que, si se quiere, se puede trabajar todos a una: ¡gracias!
Dinámica Teatral y Sala Negra son las empresas que dirijo desde sus respectivos nacimientos. Nos dedicamos a la cultura desde una naturaleza completamente privada, somos dos únicos inversores: Silvia Sáenz y yo, Alejandro Ramonda. Esta empresa, en febrero boyante y lozana, no está ajena a la realidad que como sociedad nos toca vivir. Si antes de la pandemia invertir en el sector cultural en La Rioja era una “locura” (véase mi post en la red social Facebook de marzo de 2018), dedicarse al teatro hoy en día podría considerarse propio de una enajenación completa.
La Escuela de Teatro se enfrenta a los problemas de siempre: los entornos familiares no suelen apoyar a los más jóvenes cuando dicen que quieren ser artistas o tantear esa posibilidad, a lo que debemos sumar un nuevo factor: el miedo, a la pandemia y a la crisis económica que viene.
Las áreas de Actividades y Servicios Extraescolares se encuentran bajo mínimos, con condiciones organizativas difíciles de gestionar, y económicas a menudo inasequibles para el usuario.
El área de Producciones renquea, cuenta con algún nuevo proyecto y los montajes están aparcados hasta que se pueda trabajar.
La Sala Negra, hasta febrero del presente año, estaba mejorando las cifras de la temporada anterior, y el 11 de marzo, antes del estado de alarma, suspendimos las funciones con unas 200 entradas vendidas. 50 para el 15 de marzo, en el que estaba programado un homenaje a las mujeres de la guerra civil: “Contado por ellas” de la compañía vasca La Pacheca Collective; y 150 para ver “Mussolini” de Leo Bassi, que estaba programado el 21 y 22 del mismo mes. Además de los actos del Día del Teatro y del segundo aniversario de la Sala, el final de la temporada iba a ser apoteósico: en abril, Riot Comedy Fem; en mayo, Miguel Noguera y Boca Beats; y en junio, para el final de temporada, Pepe Viyuela.
Todos en el sector esperábamos octubre como agua de mayo. Soñábamos que esta situación acabaría para este otoño, y podríamos retomar la actividad con normalidad. ¡Qué ilusos! La realidad nos ha hecho una peineta.
Como empresas, vivimos esta situación con muchas dificultades. Dificultades grandes y complejas. Problemas que no se arreglan con una varita mágica y que requieren estar alertas todo el tiempo. Con la plantilla en ERTE, con pocos clientes, con más deudas... así estamos.
Personalmente, como imagino que muchos de mis compañeros de sector, he llorado, me he enfadado, he sufrido, me he forzado a encontrar la ilusión (y lo he conseguido), y he vuelto a desanimarme por la situación... al final he asumido que es muy posible que la empresa por la que he trabajado durante 19 años deje de existir.
Sabéis que siempre me he mostrado dispuesto a realizar los esfuerzos que suponía tener abierta la Sala antes de esta “nueva normalidad”. Hoy esos esfuerzos son titánicos: yo solo no puedo, nuestras empresas no pueden solas. Además, debo cuidarme, que me estoy haciendo mayor y más blanca no se me pueden poner la melena, ni puedo adelgazar más.
Por eso, por primera vez en 19 años, debemos recurrir a ayudas. Las de aquí: la Consejería de Cultura del Gobierno de La Rioja ha propuesto una línea de ayuda a la programación a la que puedo optar; y las de allá: el Ministerio de Cultura, ayudas a la programación y a los gastos estructurales para empresas del sector. Debo agradecerlas, aunque se me antojan escasas y tardías. Escasas porque en este angustioso momento se necesita más creatividad, más variedad y cantidad de soluciones a estos problemas complejos a los que nos enfrentamos en el vasto mundo de la cultura. Y tardías porque es posible que hasta enero de 2021 no sepa si me las conceden o no.
En la cultura nos estamos enfrentando a una crisis más importante que la del 2008. A la crisis económica hay que sumarle el miedo, la incertidumbre ante unas normativas cambiantes, la pérdida de puestos de trabajo, y la caída de empresas que antes eran rentables.
Hemos abierto la Escuela de Teatro con todas las medidas sanitarias que exige la situación.
Hemos comenzado los servicios y comenzaremos las extraescolares que se pueda atendiendo a las indicaciones de las autoridades.
Voy a programar Sala Negra cumpliendo las normativas sanitarias que estén vigentes.
Si vamos a morir, lo haremos de pie. Nosotros y todo el sector cultural.
Hace unos días me he animado a comenzar a programar desde octubre en la Sala. Así lo escribí en las redes sociales y me he alegrado con la respuesta del público, vuestra respuesta. Pero debo deciros que las cosas no van bien. Voy a programar la Sala haciendo esfuerzos. Y mucho esfuerzo harán las compañías y las personas que vendrán a actuar. Necesitaremos de vuestra presencia. Necesitaremos que apoyéis este emprendimiento privado dedicado a la cultura.
Me gustaría terminar este post como lo he hecho desde hace dos años, con un “nos vemos en Sala Negra”, pero debéis ser conscientes de que si las cosas continúan por esta senda, es posible que en breve no nos podamos ver en Sala Negra.